Los domingos siempre se me antojaron como unos días extraños. Extraños y un poco tristes. Eso de que al día siguiente aún falten cinco días para volver a descansar no puede ser bueno. Quizás esa sensación aún no había aparecido por la buena compañía de los últimos dos domingos pero esta tarde me sorprendí con una sensación rara en el estómago y no fue por el salmón del mediodía.
Eso de que atardezca cada vez más pronto, que ya tenga que ponerme calcetines o taparme con una manta para dormir son acontecimientos otoñiles que nunca me han gustado. El único coletazo que queda del cada vez más lejano verano es el mosquito que me acompañó esta madrugada.
Pero la vida sigue, y para no convertirme en el típico informático gordo y con gafas (sólo cumplo un requisito de los anteriores pero hay que cerciorarse) comencé a correr el pasado miércoles. ¿Para qué negarlo? Me cansé demasiado y me parece más entretenido patinar, nadar, jugar a tenis o echar una partida al San Andreas pero intentaré mantener una rutina o al menos combinarlo con otro deporte. Para empezar mañana voy a jugar a tenis con unos colegas después de perder miserablemente 6-1 contra INyD con pelotas del chino que no botaban mucho.
Que tengan una feliz entrada de octubre y no se olviden de despertar a Green Day.