El pasado domingo mi novia y yo decidimos usar el día de la vagancia por antonomasia para culturizarnos un poco y visitar un
museo entre la amplia variedad que Barcelona ofrece.
Al final optamos por el museo Picasso, situado en la calle Montcada, en pleno
barrio gótico. Cuando llegamos y vimos la cola lamentamos por un
momento no haber madrugado (todos sabemos que es delito tipificado lo de madrugar un domingo) Por suerte en media hora estábamos dentro disfrutando de las primeras obras.
Si os digo que la obra anterior es un Picasso probablemente no me creeríais y es que todos hemos tenido un pasado
turbio en el cual nuestro estilo estaba marcado por el estilo de los demás o ¿ya se
os han olvidado esos pantalones de pata de elefante?
Poco a poco Picasso fue cambiando su estilo clásico (y rancio para mi gusto) a un estilo más personal influenciado por el impresionismo
francés (vamos que aquí todavía no
se le había aparecido Rossy de Palma para que pintara
todas las personas de sus cuadros a su imagen y semejanza)
Por fin llegamos a su época más
característica donde los colores y las formas son
inherentemente picassianas. Al parecer el hombre era superfan de Velázquez y se empeñó en reinterpretar una y otra vez su cuadro más famoso: las Meninas.
(antes de Pitbull, en vez de remixes de canciones se hacían de cuadros)
Por desgracia el museo cuenta con muy pocas obras del
estilo típico del artista. Imagino que esto ocurrirá porque son las más preciadas y estarán distribuidas por museos de todo el mundo
pero creo que un museo con su nombre, aunque se centre en su época de juventud, debería cubrir todas las etapas de su vida.
(fachada interior del museo)
Tras la visita y un breve paseo bajo el sol de Barcelona en una tarde de domingo pudimos recargar las pilas para la que ha sido una de las
semanas más exigentes desde que empecé a trabajar. Por suerte cuanto más tienes que hacer más rápido
pasa el tiempo y el viernes ya esta aquí de
nuevo para conceder una tregua. ¡Buen fin de semana!