La felicidad cabe en una maleta

Desde el jueves pasado los días han pasado volando y no se me ha borrado la sonrisa de la cara (salvo momento de hacerme 60 km por un ratón del ordenador ¬¬)

La presentación del proyecto fin de máster salió incluso mejor de lo esperado. Todo funcionó a la perfección y la única pega del tribunal fue que yo hablaba demasiado deprisa. Me excusé diciendo que había que ajustarse a los treinta minutos de discurso. Tras las pertinentes enhorabuenas, mi trabajo de más de cinco meses se vio premiado con un más que redondo 10. 

El viernes tocó sesión de cine con mi madre. La nueva de Superman ("El hombre de acero") decepcionó un poquillo. Creo que se centraron demasiado en los efectos especiales y muy poco en hacer una historia creíble y buena. A pesar de todo, el resultado es entretenido y sigo cerciorando lo buenorro que está Henry Cavill.

Ayer después de mi corte de pelo pre-veraniego tuvimos un cumpleaños en el chalé de una de mis amigas. Nos juntamos unos cuantos con comida para el doble. A estas horas todavía no tengo mucha hambre de toda la carne a la parrilla que ingerí. El momento más gracioso fue cuando descubrimos una pistola de confeti y una de mis amigas se le ocurrió la brillante idea de juntar todas las migas de la mesa y lanzarlas. A veces creo que hemos madurado un montón en los últimos años pero luego pasan cosas como esta y se me borra la idea de la cabeza.

Hoy tocó hacer maleta para casi un mes fuera de casa. A veces pienso que soy un poco nómada pero esta costumbre de enlazar viajes es lo que tiene. Saldré un par de horitas a ver la hoguera de San Juan y si acaso pediré el deseo de que este verano sea igual de bueno que el que tengo planeado en la cabeza. 

Prometo escribir desde tierras valencianas.